Siempre quise ser la letra de una canción, llegar sin preaviso a
tu vida, entrar en la cocina, tomar un café y conversar de nada mientras nos
decimos tanto.
Siempre quise estar en un compás, agarrarme a una cuerda de
guitarra y sonar más allá del final de una canción, y recordarte.
Siempre quise formar parte de una historia nocturna y ebria, de
esas que ocurren en los bares al anochecer, de esas que saben a güisqui y a
humo, de aquellas que empiezan bien y si hay una buena banda sonora, acaban en
un escenario.